La precariedad laboral, por desgracia, está a la orden del día. Hemos vivido épocas realmente penosas en este sentido, pero en lugar de conseguir que la brecha vaya cerrándose y que la mayoría de personas cualificadas tengan un trabajo digno y bien pagado, todo parece ir a peor. Hay muchísimos trabajadores sobrecualificados en puestos que están muy mal pagados, porque sencillamente no encuentran otra cosa. Es algo que ocurre tanto en países hiperdesarrollados como en otros en vías de desarrollo, con las personas que se quedan allí y no emigran en busca de un futuro mejor. Lo de ver a un ingeniero de telecomunicaciones trabajando como reponedor o como cajero en un restaurante de comida rápida ya ha pasado de ser sorprendente a ser habitual. Y es la manera en la que nos hemos acostumbrado a ello lo que hace más triste aún todo esto, porque parece no haber alternativa. La sociedad empujó a toda una generación a obtener estudios universitarios, másters, idiomas… pero al final resulta que no había puestos de trabajo para todos.

Los efectos de esa precariedad se están notando de muchas formas diferentes. A la hora de adquirir una vivienda, por ejemplo, son muy pocos los jóvenes que pueden acceder a ellas con su propio dinero. Esto hace que también les sea más complicado independizarse, casarse o formar una familia, por el enorme gasto que se requiere para todo ello. El precio de las cosas sigue subiendo, a veces a unos niveles insostenibles, pero los sueldos se mantienen en la mayoría de los casos. Esta situación ha hecho que muchas personas se planteen seriamente su futuro laboral, con trabajos menos habituales, por así decirlo. Resulta curioso que cada vez sean más las jóvenes universitarias que ven con buenos ojos lo de probar suerte en la industria del sexo de pago, convirtiéndose en amantes profesionales. Chicas que acompañan a hombres ricos y maduros, que les ofrecen servicios de escort e incluso también sexuales, a cambio de grandes pagos. Utilizan su belleza y sus encantos para conseguir esa atención por parte de los hombres, y generan unos ingresos muy por encima de lo que ganarían en un trabajo habitual.

Cada mes de abril, la Agencia Tributaria pone en marcha una nueva campaña para realizar la declaración de la Renta, el famoso modelo 100 del IRPF que todo el mundo, o casi, debe hacer de forma anual para demostrar sus ingresos y ponerse al día con este tributo, el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. Se trata de uno de los más importantes que debemos realizar a lo largo del año, seamos trabajadores autónomos o asalariados. A través de este documento debemos consignar todos los ingresos que hemos recibido a lo largo del año, así como las retenciones, las ayudas, las donaciones, especificando igualmente nuestra situación laboral y marital, si tenemos descendientes o ascendientes a nuestro cargo… Todo ello para ponernos al día en un impuesto que en realidad ya hemos ido pagando a lo largo de todo el año con las retenciones.

Entonces, ¿para qué sirve la declaración de la renta? Es sencillamente el modelo a través del cual equilibramos la situación de un ejercicio completo. Por eso se realiza en el mes de Abril, cuando ya se han contabilizado todos los ingresos e incluso las facturas del ejercicio anterior. Esto es importante, ya que la renta no va de abril a abril, sino de enero a enero del año anterior a la presentación de esta declaración. A lo largo de todo ese ejercicio, tanto asalariados como autónomos van entregando cierta parte de sus retenciones en ingresos al Estado. Llego al punto de la declaración, ponemos en claro si hemos dado de más o de menos, y entonces se nos devolverá el dinero que hayamos dado de más, o se nos hará pagar lo que debemos al Estado.

Los mercados financieros son  los que determinan, en muchas ocasiones, los designios de un país, de una nación entera, o incluso de un continente. Y es que a través de ellos se regula la economía, se van desgranando las fórmulas para entender los negocios, se ven las variables que llevaran a un país a ser más rico o más pobre… Los mercados financieros se autoregulan, al menos en parte, porque siempre hay una parte en la que actúan los gobiernos a través de diferentes herramientas como la emisión de deuda soberana. Pero hoy no trataremos de eso, sino de la renta variable.

Se trata de un tipo de inversión en la que las ganancias no están aseguradas y no se conocen previamente. Nosotros invertimos en renta variable, por ejemplo comprando acciones de una empresa, con la intención de conseguir que esa inversión mejore, crezca y nos produzca beneficios, pero estos no están asegurados, porque al final dependen precisamente de las condiciones del mercado. La renta variable puede ser muy positiva o muy negativa dependiendo del momento, de la situación económica, política y social de un país, de un territorio, y de muchos otros factores que afectan para que sea una inversión menos segura, pero aun así, muy interesante.

Cuando tenemos un negocio en la cabeza, uno de los principales problemas que se nos presenta es conseguir el dinero necesario para llevarlo a cabo. Esto es especialmente complicado cuando hablamos, por ejemplo, de start ups y empresas de tecnología que necesitan una gran inversión económica de entrada para la compra de equipos, instalaciones, etc… Conseguir ese dinero no es nada fácil, y en la mayoría de los casos, los emprendedores deben acudir a bancos o a otras formas de financiación. Una de las que más está destacando en estos últimos tiempos es la estrategia del capital riesgo, gracias a la cual podemos tener una inversión inicial por parte de un accionista que compartirá riesgos con nosotros.

Normalmente, el capital riesgo es un instrumento al que acuden las empresas con buenas ideas de negocio que quieren convencer a los capitales potentes para que inviertan en ellas y puedan obtener así beneficios al principio de la andadura empresarial, porque posteriormente, ese socio capitalista saldrá del accionariado. Es como un empujón al principio de todo, para que la empresa pueda echar a andar y empezar a manejarse en el sector con un empujón económico suficiente. Para ello hay que convencer a los grandes inversores, y a veces eso no resulta sencillo, porque al final estamos pidiendo a alguien que invierta su dinero y corra ese riesgo. Veamos las mejores estrategias para conseguirlo.